Donald Trump firmó este martes una orden ejecutiva que, aunque técnica, podría tener un gran impacto económico en América del Norte. Se trata de una fórmula para reducir aranceles a fabricantes de autos que usen autopartes originarias de países del T-MEC, como México y Canadá, además de Estados Unidos.
La medida fue presentada por la Casa Blanca como un paso hacia la reconstrucción industrial del país. Si una armadora logra que el 85% de su vehículo provenga de contenido norteamericano, quedará exenta de aranceles durante el primer año. Un estímulo directo a la producción regional integrada.
En casos donde los vehículos tengan un 50% de partes del T-MEC y 50% importadas de terceros países, el arancel a pagar será menor: solo 35% en lugar del total correspondiente. La fórmula pretende aliviar los costos y facilitar la transición hacia una cadena de suministro más cercana.
Pero también hay advertencias. El gobierno estadounidense dejó claro que quienes falseen sus proporciones para obtener más beneficios enfrentarán sanciones. La política será tan flexible como estricta: premiará el compromiso, pero castigará los abusos.
La proclamación se justifica como una acción de seguridad nacional. Busca reducir la dependencia de proveedores lejanos, aumentar la innovación local y reforzar la capacidad de defensa del país. La visión de Trump es clara: hacer que cada tornillo y cada auto vuelva a llevar el sello “hecho en EE. UU.”
